Santa Clara de Asís
Santo del día para el 11 de agosto
(16 de julio de 1194-11 de agosto de 1253)
Según: www.franciscanmedia.org
Una de las películas más azucaradas sobre Francisco de Asís muestra a Clara como una belleza de cabello dorado flotando a través de campos bañados por el sol, una especie de contraparte de una mujer de la nueva Orden Franciscana.
El comienzo de su vida religiosa fue de hecho material de cine. Habiéndose rehusado a casarse a los 15 años, Clara se sintió conmovida por la predicación dinámica de Francisco. Se convirtió en su amigo de toda la vida y guía espiritual.
A los 18 años, Clara escapó de la casa de su padre una noche, fue recibida en el camino por frailes que llevaban antorchas, y en una capilla simple recibió un hábito de lana áspera, cambió su cinturón de joyas por una soga común con nudos y sacrificó sus largos mechones por las tijeras de Francisco. La colocó en un convento benedictino, causando que su padre y sus tíos se enfurecieron de inmediato. Clara se aferró al altar de la iglesia, tiró a un lado su velo para mostrar su cabello cortado y se mantuvo firme.
Dieciséis días después su hermana Agnes se unió a ella. Otros vinieron. Vivieron una vida simple de gran pobreza, austeridad y aislamiento total del mundo. A los 21 años, Francisco obligó a Clara, bajo obediencia, a aceptar el oficio de abadesa, uno que ejerció hasta su muerte.
Las Damas Pobres caminaron descalzas, durmieron en el suelo, no comieron carne y observaron un silencio casi completo. Más tarde, Clara, como Francisco, persuadió a sus hermanas para moderar este rigor: “Nuestros cuerpos no están hechos de latón”. El mayor énfasis, por supuesto, estaba en la pobreza del evangelio. No poseían ninguna propiedad, ni siquiera en común, subsistían con contribuciones diarias. Cuando incluso el papa intentó persuadir a Clara para que mitigara esta práctica, ella mostró su firmeza: “Necesito ser absuelto de mis pecados, pero no deseo ser absuelto de la obligación de seguir a Jesucristo”.
Los relatos contemporáneos brillan con admiración por la vida de Clara en el convento de San Damián en Asís. Ella sirvió a los enfermos y lavó los pies de las monjas mendigantes. Venía de la oración, se decía, con su rostro tan brillante que deslumbraba a los que la rodeaban. Sufrió una enfermedad grave durante los últimos 27 años de su vida. Su influencia fue tal que los papas, los cardenales y los obispos a menudo acudían a consultarla: la propia Clara nunca abandonó los muros de San Damián.
Francisco siempre fue su gran amigo e inspiración. Clara siempre fue obediente a su voluntad y al gran ideal de la vida evangélica que estaba haciendo realidad.
Una historia bien conocida se refiere a su oración y confianza. Clara hizo colocar el Santísimo Sacramento en las paredes del convento cuando se enfrentó al ataque de invasores. “¿Te complace, oh Dios, entregar en manos de estas bestias a los niños indefensos que he alimentado con tu amor? Le ruego, querido Señor, proteja a estos a quienes ahora no puedo proteger. A sus hermanas les dijo: “No tengan miedo. Confía en Jesús “. Los invasores huyeron.
Reflexión
Los 41 años de la vida religiosa de Clara son escenarios de santidad: una resolución indomable de llevar la vida del evangelio simple y literal como Francisco le enseñó; resistencia valiente a la presión siempre presente para diluir el ideal; pasión por la pobreza y la humildad; una ardiente vida de oración; y una generosa preocupación por sus hermanas. Te invito a reflexionar como puedes tu vivir el evangelio en una forma simple hoy día.