San Gregorio Nacianceno
Santo del día del 14 de enero
(c. 325 – c. 390)
Según: www.franciscanmedia.org
Después de su bautismo a los 30 años, Gregorio aceptó con gusto la invitación de su amigo Basilio para unirse a él en un monasterio recién fundado. La soledad se rompió cuando el padre de Gregorio, un obispo, necesitó ayuda en su diócesis y su finca. Parece que Gregorio fue ordenado sacerdote prácticamente por la fuerza, y solo aceptó la responsabilidad a regañadientes. Evitó hábilmente un cisma que amenazó cuando su propio padre hizo compromisos con el arrianismo. A los 41 años, Gregorio fue elegido obispo de Cesarea y de inmediato entró en conflicto con Valente, el emperador, que apoyaba a los arrianos.
Un desafortunado subproducto de la batalla fue el enfriamiento de la amistad de dos santos. Basilio, su arzobispo, lo envió a una ciudad miserable y malsana en el límite de divisiones creadas injustamente en su diócesis. Basilio reprochó a Gregorio que no fuera a su sede.
Cuando la protección del arrianismo terminó con la muerte de Valente, Gregorio fue llamado a reconstruir la fe en la gran sede de Constantinopla, que había estado bajo los maestros arrianos durante tres décadas. Retirado y sensible, temía verse arrastrado al torbellino de corrupción y violencia. Primero se quedó en la casa de un amigo, que se convirtió en la única iglesia ortodoxa de la ciudad. En ese entorno, comenzó a dar los grandes sermones sobre la Trinidad por los que es famoso. Con el tiempo, Gregorio reconstruyó la fe en la ciudad, pero a costa de grandes sufrimientos, calumnias, insultos e incluso violencia personal. Un intruso incluso intentó apoderarse de su obispado.
Pasó sus últimos días en soledad y austeridad. Escribió poesía religiosa, en parte autobiográfica, de gran profundidad y belleza. Fue aclamado simplemente como “el teólogo”.
Reflexión
Puede ser un pequeño consuelo, pero la agitación en la Iglesia posterior al Vaticano II es una tormenta leve en comparación con la devastación causada por la herejía arriana, un trauma que la Iglesia nunca ha olvidado. Cristo no prometió la clase de paz que nos gustaría tener: sin problemas, sin oposición, sin dolor. De una forma u otra, la santidad es siempre el camino de la cruz. Te invito a pedir por la unidad en la fe cristiana.