¿Qué tiene que ver la Epifanía del Señor conmigo?


Uno de los problemas que a veces encontramos en la iglesia es que perdemos de vista el panorama general y cómo se relaciona todo. Podemos ir a misa y nos enfocamos en las lecturas del día y la celebración del día, pero a veces olvidamos que todo es una pieza del rompecabezas completo, de la historia de nuestra salvación. ¿Cuál es el panorama general? Dios se acerca al hombre, lo llama a buscarlo, a conocerlo, amarlo con todas tus fuerzas. Dios envió a su Hijo, en su Hijo y por él invita a los hombres a ser sus hijos adoptivos y herederos de su vida bendita. Para describir el panorama general en una sola palabra, podemos decir que es relación. Dios quiere que seamos su pueblo y quiere ser nuestro Dios (Relación), quiere ser nuestro Padre y que seamos sus hijos adoptivos (Relación).

Pensemos en la epifanía del señor como algo que a veces escuchamos y quizás no entendemos como se relaciona con nosotros hoy día.

¿Qué es una epifanía? Una epifanía es una manifestación, es una revelación, específicamente de Dios para nosotros. Dios elige revelarse a nosotros para que podamos conocerlo mejor, para que podamos amarlo, para que podamos construir una relación. ¿Cuántos de nosotros amamos o confiamos en alguien con quien no tenemos una relación? Para que yo confíe o ame a alguien, necesito construir una relación con ellos, para que yo construya una relación con ellos, necesito conocerlos, por esta razón las revelaciones o epifanías de Dios para con nosotros.

Piensa en tu vida personal y tus relaciones, puedes saber mucho sobre una persona, pero nunca descubrirás información significativa sobre alguien a menos que esa persona decida revelarla. Si desea conocer alguien, puede observarlo, preguntar por él, buscar en línea, pero nunca conocerá los pensamientos profundos de esa persona a menos que esa persona los revele. Nuestras relaciones se basan en la confianza, confiamos en que lo que la otra persona nos dice es verdad, que podemos creerle, que podemos confiar en ella. Lo mismo se aplica a nuestra relación con Dios. Dios quiere que confiemos en él, quiere que lo amemos, quiere que construyamos una relación con él y por eso se nos revela.

La Iglesia se centra en tres epifanías principales o revelación de Dios para nosotros, la visita de los magos, el bautismo en el Jordán y las bodas de Caná. Cada uno revela algo sobre nuestro Señor, para que podamos confiar en él y construir esa relación.  Veamos la visita de los reyes magos, ¿qué nos está revelando Dios acerca de Jesús? qué me está revelando a mí?

Mateo 2, 1-12

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.

Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.

Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Recapitulando, tenemos magos, sabios, astrólogos que estaban anticipando el nacimiento del mesías y estaban siguiendo una estrella brillante. La estrella era lo suficientemente brillante como para destacarse en la oscuridad y lo suficientemente diferente como para que supieran que tenían que seguirla. Pasaron por un momento de oscuridad cuando pasaron por Herodes pero continuaron el camino y llegaron a los pies del mesías. Se postran y ofrecen homenaje al bebé rey, abren sus tesoros y le dan al bebé, oro, incienso y mirra, luego cuando se van, se van de una manera diferente.

Los magos buscaban, estaban inquietos esperando una señal, esperando al mesías hasta que se encontraron con la luz brillante de la estrella. Viajaron desde una tierra lejana y a través de muchos obstáculos en busca de respuestas, dirección, propósito. Llegan al Mesías y lo adoran. Abren sus tesoros (corazones) al mesías y le ofrecen todo lo que tenían. Le ofrecen oro, porque reconocen a Jesús como rey, le ofrecen incienso, porque reconocen a Jesús no sólo como Dios sino también como sumo sacerdote y le ofrecen mirra porque reconocen que Jesús era humano. Una vez que los magos se encuentran con Jesús, una vez que construyen esa confianza, una vez que construyen esa relación, sus vidas no son las mismas, encontraron lo que buscaban, lo que les inquietaba. Esta conversión es evidente en que no vuelven por el mismo camino, se fueron por otro camino. Una vez que te encuentras con Jesús, tu vida cambia y no puedes volver atrás de la misma manera.

Volvamos al panorama general: Dios se acerca al hombre, lo llama a buscarlo, a conocerlo, a amarlo con todas tus fuerzas. Dios envió a su Hijo, en su Hijo y por medio de él invita a los hombres a ser sus hijos adoptivos y herederos de su vida bendita Relación.

Como los Reyes Magos, nosotros también buscamos, buscamos respuestas, nuestro corazón está inquieto, Jesús se convierte en esa luz para guiarnos en la oscuridad hacia él, caminamos hacia él y cuando lo encontramos, abrimos nuestro corazón y le entregamos nuestros tesoros. Nuestros tesoros pueden que no sean oro, incienso y mirra, pueden ser alegrías, nuestra felicidad, pero también nuestros dolores, nuestras penas, nuestra soledad, nuestra enfermedad, nuestras dudas, nuestras faltas, nuestros pecados, él lo quiere todo, quiere tomarlos. Porque quiere que confiemos en él, quiere construir esa relación con nosotros, para que seamos su pueblo y él ser nuestro Dios. Una vez que le abramos nuestros corazones, una vez que le demos una oportunidad, nuestras vidas nunca serán las mismas, caminaremos por un camino diferente y viajaremos para llevar a otros a esa estrella brillante.

La iglesia nos enseña acerca de tres epifanías principales, tres revelaciones principales, los reyes magos, el bautismo de Jesús y las bodas de Caná. Cada una revela algo especial, algo único de nuestro Señor, cada una nos ayuda a confiar en él, a construir esa relación. Fuera de las revelaciones de toda la Iglesia, creo que nuestro Señor se revela a cada uno de nosotros de una manera particular. Él nos conoce y quiere que lo conozcamos, por lo que cada uno de nosotros tiene una especie de epifanía personal, que nos permite conocerlo mejor, confiar más en él y construir la relación.

Hermanos y hermanas, si no has encontrado tu epifanía personal, dile a Dios que lo deseas, sigue su luz, acércate a él, adóralo y abre tu corazón para el… él no te defraudará.

Bendiciones

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