Fui a un partido de los Reales (Royals) y habían dos niños de alrededor de 9 y 11 años sentados cerca de mí. Slugger (mascota de los Reales) estaba lanzando algo a los aficionados en la sección de al lado. Entonces, el niño más joven empezó a gritar… aquí… aquí… tíramelo, lo necesito. Slugger siguió lanzando a la otra sección y comenzó a alejarse más. El joven seguía gritando… aquí… aquí… tíramelo, lo necesito. El niño mayor probablemente estaba pensando lo mismo que yo estaba pensando porque le preguntó al menor, ¿sabes lo que está tirando? ¿Por qué lo necesitas? El más joven respondió: “No sé qué es, pero lo están recibiendo ellos, así que yo también lo necesito”.
Al igual que el niño pequeño, hay muchas veces que yo quiero cosas porque otros las tienen o las están consiguiendo, puede que ni siquiera sepa cómo encajarían en mi estilo de vida o lo que realmente podría ser, pero las quiero. Este es un problema que nuestro Señor ha enfrentado y tratado desde la caída. Piensa en el pueblo de Israel.
El pueblo de Israel, fue seleccionado como el pueblo elegido, el pueblo del pacto. No porque fueran mejores que los demás, no porque fueran los únicos en salvarse sino porque Dios tenía una misión para ellos. El libro del profeta Isaías nos dice que el pueblo de Israel fue llamado a ser luz de las naciones , para que la salvación de Dios llegara hasta los confines de la tierra. Fueron llamados a ser ejemplo para las demás naciones ya servir como instrumentos de la salvación de Dios. El problema era que querían ser como las otras naciones, querían ser como las demás personas. En lugar de ser el faro de luz y guía, querían emular y seguir. Esto fue muy evidente en que Dios siempre quiso ser su rey, y su Señor, puso jueces para guiarlos y protegerlos, pero ellos no querían jueces, querían un rey. Dios quería ser su único Rey y ellos querían reyes terrenales como las demás naciones… querían ser como las demás naciones. Consiguieron sus reyes terrenales, y todos sabemos cómo terminó la historia, fueron abusados, y dispersos por todo el mundo.
Jesucristo entra en escena y su objetivo es reunir a los dispersos, para formar un grupo seleccionado, un grupo que volverá a tener la misión original. Llegar a ser luz de las naciones, para que la salvación llegue hasta los confines de la tierra. San Pablo afirma en su carta a los Corintios que Jesús vino a santificar. Santificar significa separar, consagrar para un propósito o misión en particular. El grupo que Jesús vino a llamar, lo santificó, lo santificó con ese mismo propósito, para ser luz, para ser sal. Este grupo no fue llamado a ser santo porque eran mejores o porque eran los únicos en salvarse, fueron llamados a ser santos porque necesitaban ser un ejemplo para los demás. Debian ser esa luz que guía, ese imán que atrae, deberían proporcionar el modelo al resto de las naciones a cómo vivir.
En el evangelio de Juan , encontramos que Jesús va al río Jordán y es bautizado por Juan el Bautista, pero ¿por qué? Jesús no necesitaba el bautismo, el bautismo limpia nuestros pecados, nos hace hijos adoptivos de Dios, nos salva, entre otras cosas. Jesús no necesitaba ser limpio de sus pecados, ya que no tenía pecado, no necesitaba ser un hijo adoptivo de Dios ya que es el hijo verdadero de Dios y no necesitaba ser salvo ya que es el que salva, entonces ¿por qué? Hay muchas razones por las que Jesús eligió ser bautizado, pero una de ellas fue para servirnos de ejemplo, para mostrarnos qué hacer, para abrir el pacto y santificarnos. Gracias a Jesús, el bautismo se convirtió en la forma de ser hijos adoptivos de Dios, una forma de limpiar nuestros pecados, una forma de ser santificados. Como hijos adoptivos de Dios, volvemos a la meta original, estamos llamados a ser luz para las naciones, estamos llamados a ser ejemplo, a atraer a los demás y llevarlos a Cristo quien es la fuente de salvación.
Ser una luz para la nación no es una tarea fácil . Hay alrededor de 8 mil millones de personas en el mundo y de los 8 mil millones, 2.2 mil millones se declaran cristianos, pero nuestro mundo está lleno de violencia, crimen, dolor, sufrimiento, abuso, discriminación y esos aspectos no parecen estar mejorando. El mundo necesita a Cristo, como luz para las naciones, estamos llamados a ser esos faros que llevan las personas a Cristo. Imagina un mundo en el que los 2.2 mil millones de cristianos fueran luz para las naciones, que brillante sería el mundo… no eliminaríamos toda la violencia, el crimen, el dolor, el sufrimiento, el abuso porque vivimos en un mundo caído, pero sería un mundo diferente al que vivimos.
Nuestro Señor nos dio el bautismo, para hacernos hijos adoptivos de Dios, para santificarnos, para hacernos santos, para hacernos luz a las naciones. Él quiere que extendamos su luz de salvación hasta los confines de la tierra.
¿Cómo puedo ser una luz para las naciones?
Había un anciano que caminaba por un camino muy oscuro en su barrio con una vela en la mano. Un vecino lo vio y notó que era su vecino ciego Juan, así que se le acercó y le preguntó. Juan, ¿qué haces caminando por este camino, cuando es tan tarde, oscuro y… caminando con una vela cuando no puedes ver? Juan respondió: “No lo hago por mí”. El vecino estaba confundido y preguntó ¿qué quieres decir? Juan continuó explicando que habían muchos turistas en la ciudad y que no conocían el camino, al caminar por el sendero con una vela estaba guiando a otros que no estaban familiarizados con el área. ¡La luz no es para mí, es para ellos!
Debemos ser un ejemplo, un imán, una guía, una luz para las naciones. Si no sabes cómo dejar que su luz brille a través de ti, sigue al salmista que dijo: “Aquí estoy, Señor; vengo a hacer tu voluntad” …él se encargará del resto.
Bendiciones
