La metanoia es una palabra griega que quiere decir una transformación de pensamiento, un cambio de pensamiento. En esta serie buscamos formas de cambiar nuestra forma de pensar, para parecernos más a la forma de pensar de Jesús.
Como padres se nos hace difícil, duro o triste ver a nuestros hijos apartarse del camino de Dios, escoger otras rutas, no querer aceptar la verdad o simplemente negarse. En ocasiones sentimos que nos llevan la contraria a propósito o en forma de rebelión, pero en realidad el mundo actual es un mundo muy secular. El mundo en general está en contra de los caminos hacia la verdad, cada día esta más y más alejado de los caminos de Dios, por lo cual nuestros hijos tienen influencias muy fuertes en contra de Dios. ¿Qué podemos hacer como padres, cuando nuestros hijos están fuera del camino o van en dirección contraria? Jesús nos muestra un método que podemos seguir y nos puede ayudar, lo encontramos en el camino a Emaús.
Lucas 24: 13-35
Aquel mismo día dos de los discípulos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba como a once kilómetros de Jerusalén. 14 Conversaban entre sí acerca de todas estas cosas que habían acontecido. 15 Y mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. 16 Pero sus ojos estaban velados[a] para que no lo reconocieran.
17 Y Él les dijo: «¿Qué discusiones[b] son estas que tienen entre ustedes mientras van andando?». Y ellos se detuvieron, con semblante triste. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: «¿Eres Tú el único visitante en Jerusalén que no sabe[c] las cosas que en ella han acontecido en estos días?». 19 «¿Qué cosas?», les preguntó Jesús. Y ellos le dijeron: «Las referentes a Jesús el Nazareno, que fue un profeta[d] poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y cómo los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron a sentencia de muerte y lo crucificaron. 21 Pero nosotros esperábamos que Él era el que iba a redimir a Israel. Además de todo esto, este es el tercer día desde que estas cosas acontecieron. 22 Y[e] también algunas mujeres de entre nosotros nos asombraron; pues cuando fueron de madrugada al sepulcro, 23 y al no hallar Su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto una aparición de ángeles que decían que Él vivía. 24 Algunos de los que estaban con nosotros fueron al sepulcro, y lo hallaron tal como también las mujeres habían dicho; pero a Él no lo vieron».
25 Entonces Jesús les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo[f] padeciera todas estas cosas y entrara en Su gloria?».
27 Comenzando por[g] Moisés y continuando con[h] todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras. 28 Se acercaron a la aldea adonde iban, y Él hizo como que iba más lejos. 29 Y ellos le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque está atardeciendo, y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. 30 Al sentarse[i] a la mesa con ellos, Jesús tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos y lo reconocieron; pero Él desapareció de la presencia de ellos. 32 Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría[j] las Escrituras?».
33 Levantándose en esa misma hora, regresaron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos, 34 que decían: «Es verdad que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón».
35 Y ellos contaban sus experiencias[k] en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
En la historia de Emaús encontramos a dos discípulos que estaban caminando en dirección contraria a Jerusalén. Dos discípulos que estaban tristes porque sus deseos no se iban a cumplir, porque su vida estaba cambiando ante sus ojos, porque su líder o su esperanza se había esfumado. Encontramos a dos discípulos perdidos, tristes, desesperanzado, abandonados. Hoy día encontramos a muchos de nuestros jóvenes de la misma forma, tristes, sin esperanzas y desanimados con el camino. Muchas veces nosotros como padres hemos forzado a nuestros hijos a creer en nuestra fe, a tener nuestra esperanza, a tener nuestra alegría, pero no le hemos enseñado por qué o cómo encontrar la fe, la alegría o la esperanza por sí mismos, y por esta razón muchos se apartan del camino. Quizás porque sienten que el camino no es su camino, sino el nuestro, y quieren apartarse del camino que les enseñamos.
Jesús se encontró con algo parecido, aunque había pasado tiempo con los discípulos, aunque les había enseñado, aunque les había anunciado lo que iba a ocurrir, ellos no lo entendieron por completo y cuando sucedió no lo entendieron. Pero Jesús nos muestra cómo podemos ayudar a nuestros hijos a regresar al camino. Jesús se acercó a los discípulos caminando hacia Emaús (un pueblo en dirección contraria a Jerusalén) y caminó con ellos, él nos le gritó, no los insultó, no les dijo que tenían que caminar para Jerusalén, él simplemente caminó con ellos. En otras palabras, Jesús los encontró donde ellos estaban en su caminar y camino con ellos. Al caminar con ellos les hizo preguntas, les fue mostrando la verdad según caminaban (aunque en dirección contraria). Cuando llegaron a su destino, ya había ganado la confianza de los discípulos y ellos lo invitaron a quedarse. Cuando los discípulos reconocieron la verdad, regresaron a Jerusalén rápidamente, se dieron cuenta que estaban en dirección contraria, se dieron cuenta que su alegría estaba en Jerusalén, se dieron cuenta que necesitaban de la comunidad.
Como padres podemos usar la misma estrategia de Jesús con los discípulos de Emaús. Nuestro trabajo como padres es de ayudar a nuestros hijos por medio de nuestro amor, de nuestras acciones y ejemplos, pero muchas veces nuestros hijos no van a escuchar, a seguir nuestro ejemplo o consejo. Jesús nos enseña que en esos casos no podemos forzar a nuestros hijos a aceptar nuestra verdad, nuestra fe o nuestra esperanza. En esos casos nuestro trabajo es amar a nuestros hijos y caminar con ellos. Caminar con ellos para ir guiándolos o mostrándoles la verdad en el caminar, aunque estén caminando en dirección contraria a la verdad, tenemos que caminar con ellos. Ahora caminar con ellos no quiere decir que apoyemos el pecado, simplemente que ellos sepan que los amamos y siempre seremos sus padres, que nosotros fomentemos el amor de padres y podamos ganar su confianza. Si no ganamos su confianza nunca van a aceptar la verdad que nosotros estemos compartiendo.
¿Qué sucede cuando caminamos con ellos y no parece que van a cambiar el camino? Nuestro trabajo es de ser fieles, de seguir la jornada, de amarlos y siempre mostrar la verdad con nuestro ejemplo y amor. Si ellos no la aceptan, tenemos que respetar su conciencia, sus decisiones y pedirle a Dios siempre por ellos, nunca perdiendo la esperanza y siempre confiando en el amor y misericordia de nuestro Dios. Por más lejos que nuestros hijos parecen estar del camino tenemos que recordar que Dios es un Dios de amor y misericordia y tenemos que recordar que Dios conoce los corazones y nosotros no. Dios conoce la historia completa y nosotros no.
Reconozco que hay muchas situaciones difíciles en nuestro caminar y no estoy tratando de cubrir todas las posibilidades, solo quiero compartir un método que Jesús usó con sus discípulos para mostrarles el camino, para regresarlos, para llevarlos a la verdad. Este método te puede funcionar a ti también, solo ten fe en Dios, camina con tus hijos y siempre ama como Dios ama.
Bendiciones